La irrevocabilidad con la que los Tratados de la UE regularon el Euro se compara en la prensa a la canción de Hotel California de los Eagles, algo de donde nunca te puedes marchar. Sin embargo la crisis griega muestra que se trata de evitar la fórmula de un divorcio Express que así nos evita que un golpe de populismo populistas se convierta en un retroceso histórico.
El Tratado de Lisboa contiene un mecanismo para la negociación de una salida de la UE, de modo que legalmente podría negociarse la salida de la UE, incluido el Euro, y simultáneamente la readmisión en la UE pero no en el Euro. La salida de un Estado débil conllevaría, entre otros, el riesgo de que dicho Estado pudiese redenominar las deudas sujetas a su legislación a su moneda nacional, por supuesto devaluada. La necesidad de que Grecia mejore su competitividad, y reajuste precios para así reequilibrar su balanza de pagos ha hecho replantearse la premura con la que se introdujo el Euro, sólo 7 años después de la firma de Maastricht y la necesidad de que algunos países, alejados de una convergencia real con el núcleo duro salgan del euro y recuperen sus opciones de política monetaria.
El Euro es un proyecto federalista. La maldita interconexión de bancos y deuda soberana es la “solidaridad de facto” que preconizaba la declaración Schuman. Dar marcha a tras sería una incongruencia histórica monumental. La crisis soberana en la zona euro va a dar una buena cantidad de munición a los euro escépticos pero el fin del euro tiene poco sentido económico y político en el mundo que conocemos.
El Tratado de Lisboa contiene un mecanismo para la negociación de una salida de la UE, de modo que legalmente podría negociarse la salida de la UE, incluido el Euro, y simultáneamente la readmisión en la UE pero no en el Euro. La salida de un Estado débil conllevaría, entre otros, el riesgo de que dicho Estado pudiese redenominar las deudas sujetas a su legislación a su moneda nacional, por supuesto devaluada. La necesidad de que Grecia mejore su competitividad, y reajuste precios para así reequilibrar su balanza de pagos ha hecho replantearse la premura con la que se introdujo el Euro, sólo 7 años después de la firma de Maastricht y la necesidad de que algunos países, alejados de una convergencia real con el núcleo duro salgan del euro y recuperen sus opciones de política monetaria.
El Euro es un proyecto federalista. La maldita interconexión de bancos y deuda soberana es la “solidaridad de facto” que preconizaba la declaración Schuman. Dar marcha a tras sería una incongruencia histórica monumental. La crisis soberana en la zona euro va a dar una buena cantidad de munición a los euro escépticos pero el fin del euro tiene poco sentido económico y político en el mundo que conocemos.
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