En marzo 2008, de nuevo elecciones generales. Después del 11-M, nunca debieran hacerse elecciones en Marzo en nuestro país, ni tampoco en día 14 del mes, de este modo quedaría grabada en la historia esta peculiar tradición y tributo, a sangre y dolor, junto a tantas otras. Si se prohibiesen los actos públicos en días de duelo y recuerdo comunitario, en pocos años sólo quedarían unos pocos días hábiles para dichos actos, tales como elecciones, y esto sería un manifiesto vivo y claro de lo duro y sacrificado que es construir una convivencia pacífica. Sin embargo, hoy parece que en política todo vale puesto que el tiempo todo lo cubre con un manto de olvido e indiferencia. Pero esto, creo yo, que es solo apariencia, y que cada ciudadano lleva su cuenta particular, que provoca que cada vez más a menudo den la espalda la política profesional.
Nos acercamos a unas elecciones y de nuevo el terrorismo es el actor principal de nuestra escena democrática. Somos víctimas por partida doble. Primero de la amenaza y del miedo, después de nuestra adaptación al chantaje. El terrorismo es un fenómeno político y por eso es inextirpable del juego político. Aceptar el terrorismo como quien acepta la criminalidad común o el riesgo de un automóvil, podría arrebatar al terror su mayor arma: "la propaganda por el hecho". El Pacto por las libertades fue esto mismo pero hoy ese pacto está olvidado.
La unidad de los demócratas no es el problema de España. Un demócrata disiente profunda y maravillosamente; ¡porque lo hace en paz!. Nuestra debilidad como Nación proviene de la falta de mayorías cualificadas y estables en torno a cuestiones de vida o muerte. Y he aquí que volvemos a presentarnos ante unas elecciones y el chantaje terrorista parece tener un peso suficiente para desequilibrar la balanza electoral u ofrecer a unos u otros la opción de un vuelco de última hora. El PP y PSOE representan a un 84% de los votos emitidos en 2004, y al 61% de los 34 millones de personas que viven en España. En Alemania por mucho menos, los dos partidos mayoritarios se decidieron a gobernar en coalición. Aquí bastaría con que PP Y PSOE dejasen de jugar al perro y al gato en televisión con las cosas más graves: libertad, vida y muerte. No obstante ambos partidos tiene unos cálculos estratégicos distintos y están dispuestos a imponer con mayorías menos representativas y coyunturales sus respectivos intereses y puntos de vista.
Nos acercamos a unas elecciones y de nuevo el terrorismo es el actor principal de nuestra escena democrática. Somos víctimas por partida doble. Primero de la amenaza y del miedo, después de nuestra adaptación al chantaje. El terrorismo es un fenómeno político y por eso es inextirpable del juego político. Aceptar el terrorismo como quien acepta la criminalidad común o el riesgo de un automóvil, podría arrebatar al terror su mayor arma: "la propaganda por el hecho". El Pacto por las libertades fue esto mismo pero hoy ese pacto está olvidado.
La unidad de los demócratas no es el problema de España. Un demócrata disiente profunda y maravillosamente; ¡porque lo hace en paz!. Nuestra debilidad como Nación proviene de la falta de mayorías cualificadas y estables en torno a cuestiones de vida o muerte. Y he aquí que volvemos a presentarnos ante unas elecciones y el chantaje terrorista parece tener un peso suficiente para desequilibrar la balanza electoral u ofrecer a unos u otros la opción de un vuelco de última hora. El PP y PSOE representan a un 84% de los votos emitidos en 2004, y al 61% de los 34 millones de personas que viven en España. En Alemania por mucho menos, los dos partidos mayoritarios se decidieron a gobernar en coalición. Aquí bastaría con que PP Y PSOE dejasen de jugar al perro y al gato en televisión con las cosas más graves: libertad, vida y muerte. No obstante ambos partidos tiene unos cálculos estratégicos distintos y están dispuestos a imponer con mayorías menos representativas y coyunturales sus respectivos intereses y puntos de vista.
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