España votó a favor de la Constitución Europea. Un 42% de participación y de estos ciudadanos que ejercieron activamente su derecho al voto, casi 77%, lo hizo para dar su aprobación. Europa press ha publicado que solo un 25% de votantes había leído el texto antes de ir a votar. Sería el colmo que fuese el mismo 25% que se decantó por el no. La campaña del “sí” fue cutre (en Francia se ha enviado por correo una copia de la Constitución a cada ciudadano mientras que en España se regaló junto al periódico un solo día) , corta (casi ni tres semanas de campaña) y superficial (dejando el texto al lado y reduciéndolo a una cuestión de europeismo) pero la campaña del “no” fue aun peor: ruin, desinformativa y manipuladora (ver entrada sobre la manipulación del no).
Hoy mismo el Congreso de Diputados ratificará el texto. Ninguna explicación se ha solicitado sobre la manera de negociar española que ha cedido en todo y principalmente en cuota de representación y decisión en las Instituciones Europeas. El Presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, que minimizaba la importancia del reparto del poder en el Consejo, destacaba el ventajoso poder que la Constitución otorgaba a Francia para animar a los votantes franceses a votar que sí en el referéndum del 29 mayo. No nos merecemos esto.
Un 62% por el “no” a la Constitución Europea domina tenazmente la campaña en Francia (donde si se está teniendo un debate público a fondo sobre la Constitución) pero no solo allí, también en Dinamarca, Gran Bretaña y Holanda. Los referendums muestran una ciudadanía suspicaz y a la contra de lo que los políticos les proponen. Si la cosa no se salva in extremis como en España, la Unión Europea deberá sacarse un plan B de la manga. El tratado de Niza está en vigor y podría valer perfectamente mientras se reabre el proceso constituyente con el beneplácito de sus ciudadanos y no meramente en Internet, como hizo la Convención de Giscard d’Estaing. Los escasos avances introducidos en la Constitución (en política exterior y sobre materias a votar por mayoría cualificada) podrían sencillamente introducirse por vía de la unanimidad del Consejo Europeo entre los Jefes de Estado.
Una crisis será como un baile de mascaras grotescas, se verá de todo, y mucho oportunismo tratando de aprovechar la ruptura del status quo para arrimar el ascua a su sardina. Quien apueste más fuerte amenazará con romper la unidad de la Unión Europea, como sucede a otro nivel y practicamente a diario en España, lo cual no quiere decir que estos tengan ni la fuerza, ni el apoyo ni la razón ni en tiempos de paz ni en tiempos de crisis. Si la Constitución Europea es rechazada convendrá recordar que no habrá mal que por bien no venga.
Hoy mismo el Congreso de Diputados ratificará el texto. Ninguna explicación se ha solicitado sobre la manera de negociar española que ha cedido en todo y principalmente en cuota de representación y decisión en las Instituciones Europeas. El Presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, que minimizaba la importancia del reparto del poder en el Consejo, destacaba el ventajoso poder que la Constitución otorgaba a Francia para animar a los votantes franceses a votar que sí en el referéndum del 29 mayo. No nos merecemos esto.
Un 62% por el “no” a la Constitución Europea domina tenazmente la campaña en Francia (donde si se está teniendo un debate público a fondo sobre la Constitución) pero no solo allí, también en Dinamarca, Gran Bretaña y Holanda. Los referendums muestran una ciudadanía suspicaz y a la contra de lo que los políticos les proponen. Si la cosa no se salva in extremis como en España, la Unión Europea deberá sacarse un plan B de la manga. El tratado de Niza está en vigor y podría valer perfectamente mientras se reabre el proceso constituyente con el beneplácito de sus ciudadanos y no meramente en Internet, como hizo la Convención de Giscard d’Estaing. Los escasos avances introducidos en la Constitución (en política exterior y sobre materias a votar por mayoría cualificada) podrían sencillamente introducirse por vía de la unanimidad del Consejo Europeo entre los Jefes de Estado.
Una crisis será como un baile de mascaras grotescas, se verá de todo, y mucho oportunismo tratando de aprovechar la ruptura del status quo para arrimar el ascua a su sardina. Quien apueste más fuerte amenazará con romper la unidad de la Unión Europea, como sucede a otro nivel y practicamente a diario en España, lo cual no quiere decir que estos tengan ni la fuerza, ni el apoyo ni la razón ni en tiempos de paz ni en tiempos de crisis. Si la Constitución Europea es rechazada convendrá recordar que no habrá mal que por bien no venga.
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